El punto más culminante, en la frontera de los Monegros de Zaragoza y de Huesca, a 811 metros de altitud, es San Caprasio.
En este insólito lugar los amantes de la naturaleza y del recogimiento encuentran un lugar ideal.
Los ermitaños urbanos se instalan en unas cuevas situadas en el municipio de Farlete y acondicionadas por los Hermanos de Jesús a finales de los años 50 del siglo pasado. Excavadas en las blandas margas y areniscas, se encuentran debajo del santuario de San Caprasio, en la cima de la sierra, pero en la vertiente sur.
Estas cuevas existen desde tiempo inmemorial. »La primitiva que es la cueva de La Salud, la empleaba El Bandido Cucaracha en sus correrías. No era una simple cueva de pastor, era algo más grande», explica el hermano Ramón Dubrez. A partir de 1956, año en que llegó a Farlete la Hermandad de Jesús, la comunidad, con acuerdo del Ayuntamiento, arreglo esta cueva y la ensanchó. »Se hizo una capilla, un lugar de oración. Se amplió en profundidad y anchura». Hay otras dos cuevas medianas, una de ellas con una sala de reunión redonda y otras dos más pequeñas como despensa y con unos bancos para poder dormir. Una está cedida al Instituto de Sismología.
Hay otras cuevas de más difícil acceso que están cerradas y reservadas para gente que quiera tener un retiro mucho más severo y profundo. »Sirven para hacer experiencia de soledad. Son tres cuevas gemelas y las utilizamos para nuestro uso. Una es para dormir y vivir y otra sirve de oratorio. Cada una tiene un nombre determinado de personajes bíblicos (Elías, María Magdalena y Santiago)».
Hay muchas leyendas sobre San Caprasio, pero la más popular es que San Caprasio cuidaba ganado en la Sierra de Guara -muchos dicen que de cabras por su nombre- hasta que un día decidió hacerse monje, cogió su cayado y lo lanzó tan lejos como pudo, yendo a parar a la Sierra de Alcubierre. En el sitio donde cayó el bastón surgió una fuente y en las inmediaciones se puso la ermita, lugar muy saludable por sus plantas medicinales, aguas de lluvia, abundancia de selenita (cristales de yeso), aire puro en plena estepa, apaciguando y sanando el espíritu por su calma y retiro personal.
Punto estratégico durante la Guerra Civil española, sus montes están llenos de trincheras.